Quiero compartir con ustedes un texto de Jorge F. Malem Seña, titulado "¿Pueden las malas personas ser buenos jueces?" que utilizo en mis clases de ética judicial que doy en el Instituto de la Judicatura Federal.
En este texto, el autor comienza explicando por qué razón los jueces, en un principio histórico, no debían de motivar sus resoluciones y cómo cambió tal costumbre a la actualidad, en que es una obligación de los órganos jurisdiccionales de explicar cómo llegaron a su resolución.
En el texto, el autor nos da varios ejemplos que nos ponen a pensar si ciertas conductas son propias de un juzgador:
1. El caso del juez irascible, que insulta de manera iracunda y agresiva a los del equipo contrario de fútbol.
2. El caso del juez de vida sexual no estrictamente ortodoxa (La jueza y la bailanta; el juez homosexual; el juez adúltero y que se relaciona con prostitutas).
3. El caso del juez jugador y del juez que administra mal su patrimonio.
4. El caso del juez y las amistades peligrosas (amistades criminales o que pertenece a asociaciones racistas, antidemocráticas o inconstitucionales).
5. El caso del juez estrafalario.
Es un texto interesante, sobre todo si tomamos en cuenta que la actuación de los impartidores de justicia no se agota con el dictado de sentencias, sino que por su actividad, sus calidades éticas o morales pueden trascender a su función jurisdiccional.
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