Este jueves 5 de octubre el Ministro Mariano Azuela Güitrón se despidió, en una emotiva sesión pública, de sus homólogos y colaboradores en el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, después de prestar sus servicios en ella, como máximo juez constitucional, por más de 26 años. Don Mariano tuvo una notable carrera judicial: ingresó a la Corte como Secretario de Estudio y Cuenta, cargo que desempeñó cerca de 11 años; posteriormente fue Magistrado y Presidente del entonces Tribunal Fiscal Federal, de donde salió con motivo de su nombramiento como Ministro en el más Alto Tribunal de la República.
Durante el periodo comprendido entre 2003 y 2006 fue nombrado Presidente de la Suprema Corte, donde impulsó una serie cambios que transformarían para siempre, y para bien, al Poder Judicial Federal. Por ejemplo, durante su presidencia se creó el Canal Judicial, medio de comunicación sin parangón en todo el mundo, cuyo fin primordial es que la ciudadanía tenga acceso a las sesiones públicas de la Corte, donde se discuten los temas jurídico – políticos más importantes del país. Colaboró activamente en la creación de un Código de Ética para el Poder Judicial Federal y publicaciones en esa materia, a efecto de plasmar en papel todos aquellos principios que intuitivamente seguían los juzgadores federales en antaño.
Quienes tuvimos la oportunidad de observar su participación en los debates del Tribunal Pleno y la Segunda Sala de la Corte podemos atestiguar su amplio conocimiento jurídico, el cual aterrizaba a la realidad de nuestro país, siempre tratando de lograr un sano equilibrio entre el iusnaturalismo, que siempre aceptó como doctrina judicial filosófica, y la legalidad, pues esta última, decía el maestro Azuela, es la que trae seguridad jurídica a los gobernados. Siguiendo con su intervención en los debates, siempre observamos a un Ministro conciliador, abierto a las ideas de sus compañeros, tratando de encontrar puntos medios, en la medida de lo posible, de posturas disímbolas. Nos acostumbramos a su rapidez mental, al grado que elaboraba rubros de tesis hipotéticas en el transcurso de las sesiones, ya fuera de sus propios proyectos o tomando en cuenta las alegaciones de sus compañeros, algunas de ellas cargadas de cierta ironía característica del humor de Don Mariano.
Pero más que recordar la carrera judicial del Ministro Azuela, me gustaría centrarme en él como persona. Tuve el honor de colaborar con él como Secretario de Estudio y Cuenta en la Suprema Corte, aunque por un brevísimo tiempo, donde advertí el elevadísimo trato humano que tiene hacia la gente que lo rodea; sólo por citar algunos ejemplos, giró instrucciones para que sus subalternos en la ponencia no tuvieran que checar tarjeta de entrada y salida, pues estaba convencido de que la adopción personal de ciertas convicciones, utilizando el libre albedrío de cada persona, era mejor que el establecimiento de reglas externas. Constantemente se reunía con sus colaboradores, para tratar cuestiones de trabajo y ajenas a éste. En estas últimas reuniones llegamos a ver películas en el auditorio de la Corte, que después comentábamos en “mesas redondas”; platicamos cuestiones relativas a la ética judicial, sobre todo, su aplicación en el ámbito práctico e, inclusive, en alguna ocasión convivimos alejados de la solemnidad de la Corte, trajes y corbatas, en un lugar abierto, donde Don Mariano nos dio una demostración de sus dotes futbolísticas y entereza física. Quienes escuchamos sus pláticas informales en este tipo de actividades, atestiguamos su convencimiento en la justicia, el orden constitucional y, sobre todo, su interés por servir a la Nación.
El encargo del Ministro Mariano Azuela ha concluido; a fin de cuentas, todo órgano del Estado debe renovarse. Estoy seguro que a pesar del camino que adopte tendremos noticias de él, ya sea en la docencia o la publicación de obras literarias. No me queda más que felicitar a Don Mariano por la conclusión de su encargo como juzgador constituciona
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